jueves, 22 de octubre de 2015

Adios al monje Jesús Martínez, Tenko

Abandona esta vida un histórico del budismo Zen de Barcelona: 
Jesús Martínez Bueno, Tenko

Jesús Martínez, Tenko. Foto de la entrevista publicada por el diario La Vanguardia en mayo de 2011

Reseña biográfica

Jesús Martínez Bueno, Tenko (Murcia, 3-10-1922 – Barcelona, 21-10-2015). De profesión abogado, y anteriormente capitán de la marina mercante. Implicado en el budismo desde finales de los años 60 del siglo pasado, fue discípulo del maestro Taisen Deshimaru. Gracias a Jesús y a otros practicantes barceloneses, Deshimaru pudo realizar en 1981 su visita a al dojo zen de la calle Montcada de Barcelona, la única visita que efectuó a España, ya que murió al año siguiente.

Jesús Martínez también fue uno de los fundadores de la Unión Budista Europea, entidad de la que fue co-patrón y miembro de su directiva, y consiguiendo que ésta celebrara una conferencia general en Barcelona. En 1991 fundó el Dojo Zen Nalanda en el mismo local de la calle Montcada, que sería el lugar desde el cual impartiría sus enseñanzas sobre el Zen, derivadas directamente de su maestro Taisen Deshimaru, así como en la difusión de otras actividades relacionadas con él como el Chado (Camino del Té), el Sodo (Camino de la Escritura) o el Kyudo (Camino del Arco).

Que una nueva y mejor vida le sea deparada en la nueva existencia. Aquí ha dejado siembra de muy buenas semillas de buen karma.

Podéis ver la entrevista que le hizo La Vanguardia en mayo de 2011:


Adiós, viejo Buda

Perfil de Jesús Martínez Tenko, 
realizado por Josep Manuel Campillo
antiguo discípulo suyo.

Viejo Buda es como llaman en el budismo Zen japonés al maestro muerto.

Jesús Martínez Bueno, el monje Tenko, todo hay que decirlo, era un maestro singular. De entrada él no quería que nadie, nadie, le llamara maestro a menos que ese calificativo se entendiera como instructor. Es decir, como mero instrumento de la enseñanza. Porqué, para él, ser monje quería decir estar al servicio de los demás.

También tenía su carácter… que os voy a decir a la familia y a todos los que le conocimos.

Para Jesús todo el mundo podía ser maestro, pero también, que todos debíamos mantener el espíritu de discípulo. Siempre abiertos a aprender, siempre dispuestos a ponerlo todo en cuestión con un único objeto: ir más allá de lo preconcebido, lo leído, lo aprendido, lo dicho o lo habitual.

Jesús no era un revolucionario, no obstante. Era más bien conservador. Pero con un espíritu muy inquieto y, sobre todo, con una firmeza de hierro en sus convicciones. Tanta firmeza que, muchas veces era de una testarudez indómita, como buen marino que fue en su juventud.

Pero también era un “tío legal”, quizá influenciado por su otra profesión posterior, la de abogado. Era hombre de cada cual a lo suyo, y nadie en lo ajeno. Hombre cabal y digno de fiar.

Sus inicios en el budismo se remontan a fines de los años sesenta, en plena época hippy. Hombre curioso, pasó por lugares tan dispares como el Dr. Fassman a Krishnamurti , recalando en el budismo tibetano y el Theravada hasta que llegó a Europa procedente de Japón un monje llamado Taisen Deshimaru que enseñaba algo desconocido en España: el Zen. Y Jesús se hizo discípulo de Deshimaru. En 1979, junto a un reducido grupo de personas fundó el dojo zen de la calle Montcada, uno de los primeros de España. En 1981, Deshimaru lo visitaría, justo un año antes de morir.

El maestro Taisen Deshimaru, antes de su muerte, dejó escrito a sus ayudantes que Jesús Martínez debía ser ordenado monje. Y así fue, sin más. Y desde entonces fue el monje Tenko.

En 1986 su tenacidad y entusiasmo le llevó a participar activamente en la celebración en Barcelona de la XI Asamblea General de la Unión Budista Europea. Un hito importante en el budismo español.

En 1991 el zen barcelonés se escindió, y Jesús siguió en la calle Montcada al frente del Dojo Zen Nalanda. Fue un Camino que realizó con entusiasmo y dedicación hasta que sus fuerzas ya no pudieron. Ahí estuvo en el dojo de la calle Montcada enseñando el Zen, aunque fuera solitariamente en numerosas ocasiones. “Son cosas del Zen”, decía, “ahora vienen, ahora no hay nadie”.

Tampoco quiero decir con esto que Jesús se preocupara excesivamente en promocionar el Dojo Nalanda, al contrario: cuando llegaba alguno preguntando sobre cómo practicar el Zen, lo primero que le preguntaba era porqué, luego si había practicado o leído algún libro y, en todo caso, mejor que se lo pensara bien y que regresara otro día si ya lo tenía claro del todo. De nada servía insistir que sí, que ya lo tenías claro. Amablemente te acompañaba a la puerta y te instaba a regresar otro día. Sólo unos pocos acabamos volviendo otro día.

Jesús era así. Tan terco como honesto. Y también socarrón e irónico.
Jesús Martínez, Tenko, con Josep Manuel Campillo
en diciembre de 2014

Y cuando ya eras aceptado y estabas dentro, a la primera de cambio te preguntaba: “¿ya sabes lo que es la página 17?”. Uno lo miraba algo estupefacto intentando recordar que había publicado el periódico en la página 17. Pero no, en la página 17 de este librito que editó de su propio bolsillo, estaba escrito el Sutra de los Kalamas, un antiguo texto búdico que resumía su concepción no ya del budismo si no de un Camino de vida.

Dice así: "No creáis algo meramente porqué se rumoree. No aceptéis las tradiciones porque sean antiguas, y hayan sido transmitidas a través de muchas generaciones. No creáis algo porque se comente o porque la gente habla mucho sobre ello. No creáis simplemente porque cuentan con el respaldo del testimonio escrito de un antiguo sabio. Nunca creáis algo en razón de que la opinión está a su favor, o porque la costumbre de muchos años os incline a tomarlo como cierto. No creáis cualquier cosa basada en la mera autoridad de vuestros maestros o sacerdotes. Someted cualquier cosa a vuestra propia experiencia. Y si después de una cuidadosa investigación está de acuerdo con vuestra razón, y es conducente a vuestro propia bienestar y prosperidad, así como al de los demás seres vivos, entonces, aceptadlo como verdad y regulad vuestra vida en consecuencia”.

El Sutra de los Kalamas y el Óctuple Sendero (Comprensión Justa, Aspiración Justa, Palabra Justa, Acción Justa, Vida Justa, Esfuerzo Justo, Atención Justa y Concentración Justa) expuestos por el Buda eran su doctrina. “No hay más”, decía. Esa era la base de sus convicciones religiosas. “Todo lo demás es incierto”, también decía, “porqué no se basan en la experiencia directa que se dice en el Sutra de los Kalamas. ¿Otra vida? ¿Renacimiento? Quién sabe, nadie ha regresado de la muerte para contarlo. Que cada uno crea lo que quiera. Lo único cierto son las Cuatro Nobles Verdades y los Cinco Preceptos: no matar, no robar, no mentir, ser casto y no embriagarse”.

Esta era su enseñanza. Una enseñanza de 2.500 años de antigüedad, base de una importante labor la que ha recibido reconocimiento. Sólo basta ojear el importante libro "El budismo en España. Historia, visibilización e implantación", de Francisco Díez de Velasco (editorial Akal), para darse cuenta de ello.

Y aún más. Ciego e impedido físicamente para ir al dojo de la calle Montcada, fue capaz de convencer a la ONCE para que editara en libros sonoros para ciegos las principales obras de Taisen Deshimaru, de Thich Nhat Hanh y de Eihei Dogén.

Para terminar, quiero recordar unos versos que Jesús Martínez, Tenko, escribió: “El árbol seco continúa señalando el camino”.

Por eso insisto en llamar a este Viejo Buda, mi maestro.