Abandona esta vida un histórico del budismo Zen de Barcelona:
Jesús Martínez Bueno, Tenko
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Jesús Martínez, Tenko. Foto de la entrevista publicada por el diario La Vanguardia en mayo de 2011 |
Reseña biográfica
Jesús Martínez Bueno, Tenko (Murcia,
3-10-1922 – Barcelona, 21-10-2015). De profesión abogado, y anteriormente capitán
de la marina mercante. Implicado en el budismo desde finales de los años 60 del
siglo pasado, fue discípulo del maestro Taisen Deshimaru. Gracias a Jesús y a
otros practicantes barceloneses, Deshimaru pudo realizar en 1981 su visita a al
dojo zen de la calle Montcada de Barcelona, la única visita que efectuó a España,
ya que murió al año siguiente.
Jesús Martínez también fue uno de los
fundadores de la Unión Budista Europea, entidad de la que fue co-patrón y
miembro de su directiva, y consiguiendo que ésta celebrara una conferencia
general en Barcelona. En 1991 fundó el Dojo Zen Nalanda en el mismo local de la
calle Montcada, que sería el lugar desde el cual impartiría sus enseñanzas
sobre el Zen, derivadas directamente de su maestro Taisen Deshimaru, así como
en la difusión de otras actividades relacionadas con él como el Chado (Camino
del Té), el Sodo (Camino de la Escritura) o el Kyudo (Camino del Arco).
Que una nueva y mejor vida le sea
deparada en la nueva existencia. Aquí ha dejado siembra de muy buenas semillas
de buen karma.
Podéis ver la entrevista que le hizo La
Vanguardia en mayo de 2011:
Adiós, viejo Buda
Perfil de Jesús Martínez Tenko,
antiguo discípulo suyo.
Viejo Buda es como llaman en el budismo
Zen japonés al maestro muerto.
Jesús Martínez Bueno, el monje Tenko,
todo hay que decirlo, era un maestro singular. De entrada él no quería que
nadie, nadie, le llamara maestro a menos que ese calificativo se entendiera
como instructor. Es decir, como mero instrumento de la enseñanza. Porqué, para
él, ser monje quería decir estar al servicio de los demás.
También tenía su carácter… que os voy a
decir a la familia y a todos los que le conocimos.
Para Jesús todo el mundo podía ser
maestro, pero también, que todos debíamos mantener el espíritu de discípulo.
Siempre abiertos a aprender, siempre dispuestos a ponerlo todo en cuestión con
un único objeto: ir más allá de lo preconcebido, lo leído, lo aprendido, lo
dicho o lo habitual.
Jesús no era un revolucionario, no
obstante. Era más bien conservador. Pero con un espíritu muy inquieto y, sobre
todo, con una firmeza de hierro en sus convicciones. Tanta firmeza que, muchas
veces era de una testarudez indómita, como buen marino que fue en su juventud.
Pero también era un “tío legal”, quizá
influenciado por su otra profesión posterior, la de abogado. Era hombre de cada
cual a lo suyo, y nadie en lo ajeno. Hombre cabal y digno de fiar.
Sus inicios en el budismo se remontan a
fines de los años sesenta, en plena época hippy. Hombre curioso, pasó por
lugares tan dispares como el Dr. Fassman a Krishnamurti , recalando en el
budismo tibetano y el Theravada hasta que llegó a Europa procedente de Japón un
monje llamado Taisen Deshimaru que enseñaba algo desconocido en España: el Zen.
Y Jesús se hizo discípulo de Deshimaru. En 1979, junto a un reducido grupo de
personas fundó el dojo zen de la calle Montcada, uno de los primeros de España.
En 1981, Deshimaru lo visitaría, justo un año antes de morir.
El maestro Taisen Deshimaru, antes de su
muerte, dejó escrito a sus ayudantes que Jesús Martínez debía ser ordenado monje.
Y así fue, sin más. Y desde entonces fue el monje Tenko.
En 1986 su tenacidad y entusiasmo le
llevó a participar activamente en la celebración en Barcelona de la XI Asamblea
General de la Unión Budista Europea. Un hito importante en el budismo español.
En 1991 el zen barcelonés se escindió, y
Jesús siguió en la calle Montcada al frente del Dojo Zen Nalanda. Fue un Camino
que realizó con entusiasmo y dedicación hasta que sus fuerzas ya no pudieron.
Ahí estuvo en el dojo de la calle Montcada enseñando el Zen, aunque fuera
solitariamente en numerosas ocasiones. “Son cosas del Zen”, decía, “ahora
vienen, ahora no hay nadie”.
Tampoco quiero decir con esto que Jesús se
preocupara excesivamente en promocionar el Dojo Nalanda, al contrario: cuando
llegaba alguno preguntando sobre cómo practicar el Zen, lo primero que le
preguntaba era porqué, luego si había practicado o leído algún libro y, en todo
caso, mejor que se lo pensara bien y que regresara otro día si ya lo tenía
claro del todo. De nada servía insistir que sí, que ya lo tenías claro.
Amablemente te acompañaba a la puerta y te instaba a regresar otro día. Sólo
unos pocos acabamos volviendo otro día.
Jesús era así. Tan terco como honesto. Y
también socarrón e irónico.
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Jesús Martínez, Tenko, con Josep Manuel Campillo
en diciembre de 2014 |
Y cuando ya eras aceptado y estabas
dentro, a la primera de cambio te preguntaba: “¿ya sabes lo que es la página
17?”. Uno lo miraba algo estupefacto intentando recordar que había publicado el
periódico en la página 17. Pero no, en la página 17 de este librito que editó
de su propio bolsillo, estaba escrito el Sutra de los Kalamas, un antiguo texto
búdico que resumía su concepción no ya del budismo si no de un Camino de vida.
Dice así: "No creáis algo meramente
porqué se rumoree. No aceptéis las tradiciones porque sean antiguas, y hayan
sido transmitidas a través de muchas generaciones. No creáis algo porque se
comente o porque la gente habla mucho sobre ello. No creáis simplemente porque
cuentan con el respaldo del testimonio escrito de un antiguo sabio. Nunca
creáis algo en razón de que la opinión está a su favor, o porque la costumbre
de muchos años os incline a tomarlo como cierto. No creáis cualquier cosa
basada en la mera autoridad de vuestros maestros o sacerdotes. Someted
cualquier cosa a vuestra propia experiencia. Y si después de una cuidadosa
investigación está de acuerdo con vuestra razón, y es conducente a vuestro
propia bienestar y prosperidad, así como al de los demás seres vivos, entonces,
aceptadlo como verdad y regulad vuestra vida en consecuencia”.
El Sutra de los Kalamas y el Óctuple
Sendero (Comprensión Justa, Aspiración Justa, Palabra Justa, Acción Justa, Vida
Justa, Esfuerzo Justo, Atención Justa y Concentración Justa) expuestos por el
Buda eran su doctrina. “No hay más”, decía. Esa era la base de sus convicciones
religiosas. “Todo lo demás es incierto”, también decía, “porqué no se basan en
la experiencia directa que se dice en el Sutra de los Kalamas. ¿Otra vida?
¿Renacimiento? Quién sabe, nadie ha regresado de la muerte para contarlo. Que
cada uno crea lo que quiera. Lo único cierto son las Cuatro Nobles Verdades y
los Cinco Preceptos: no matar, no robar, no mentir, ser casto y no
embriagarse”.
Esta era su enseñanza. Una enseñanza de
2.500 años de antigüedad, base de una importante labor la que ha recibido
reconocimiento. Sólo basta ojear el importante libro "El budismo en España. Historia, visibilización e implantación", de Francisco Díez de Velasco (editorial Akal), para
darse cuenta de ello.
Y aún más. Ciego e impedido físicamente
para ir al dojo de la calle Montcada, fue capaz de convencer a la ONCE para que
editara en libros sonoros para ciegos las principales obras de Taisen
Deshimaru, de Thich Nhat Hanh y de Eihei Dogén.
Para terminar, quiero recordar unos
versos que Jesús Martínez, Tenko, escribió: “El árbol seco continúa señalando el
camino”.
Por eso insisto en llamar a este Viejo
Buda, mi maestro.